No es tan fácil confesarse a sí mismo que uno "no quiere" hacer las cosas; es muhco más fácil buscar una excusa que nos exima de los compromisos de nuestros deberes.
La excusa más fácil es decir "no puedo", y con esa excusa ya quedamos tranquilos; pero en nuestro interior sabemos muy bien que no es cierto que no podemos; y así tratamos de serenarnos, diciéndonos a nosotros mismos que "no sabemos cómo hacer"; y como esta segunda excusa tampoco llega a serenar nuestra conciencia, recién entonces apuntamos a la relaización, con un tímido "creo que no puedo".
Quedan finalmente los tres últimos tramos antes de llegar a la relización de la obra, que son "puedo, quiero, hago".
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